No soy loca, sufro solamente de ansiedad

por Patricia Zorzenon

09 Agosto 2019

No soy loca, sufro solamente de ansiedad
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A menudo estigmatizada como una patología fruto de una inseguridad o de un rasgo del carácter que puede ser modificado con demasiada facilidad, la ansiedad es una de las más grandes enfermedades psicológicas de nuestro tiempo. Un verdadero y propio monstruo que paraliza a quien lo habita, cambiándole la calidad de la vida de todos los días de manera negativa. No debemos juzgar con demasiada dureza a quien sufre de ansiedad, se necesita ponerse en su lugar y tenderles una mano amiga, en signo de ayuda.

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Quien sufre de esta frecuente patología, tiene constante miedo de sí mismo, de las propias posibilidades, de la propia inseguridad y de consecuencias, de peligros del exterior. Cada decisión, que sea pequeña o grande, de tomar todos los días se vuelve un elemento suficiente para paralizar el estado emocional de quien está bajo control. La ansiedad en la mayor parte de los casos es exacerbado y ciertas veces empeora del estado de constante estrés que vive la persona que la sufre: frecuentes ataques nerviosos y miedo de actuar son los síntomas exteriores más comunes.

Cuando comienzan los primeros brotes del trastorno estos síntomas no son luego tan intensos, sino situaciones externas como por ejemplo un trabajo desafiante, problemas económicos o familiares, o una pareja tóxica pueden empeorar la ya frágil situación emocional.

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Esta situación puede llevar también a consecuencias físias y psicosomáticas, como por ejemplo frecuentes dolores de cabeza, hasta trastornos cardiovasculares, a causa del mal funcionamiento del bombeo de la sangre en las arterias a causa de las fuertes crisis de nervios. En pocas palabras, la ansiedad constante es un verdadero y propio mecanismo de defensa que activamos cuando nos sentimos amenazados de peligros externos. Y sobre todo, no, las personas que sufren ansiedad no están locas, sino que simplemente viven con una condición diaria que no les permite pasar sus vidas con serenidad y normalidad.

No debemos entonces ser demasiado duros y juzgar con demasiada facilidad a estas víctimas; estas no son locas, ni débiles, sino que tienen necesidad de ser entendidas en lo profundo tienen una enorme necesidad que una mano amiga venga tendida a su encuentro y que los abracen, haciéndolos entender y sentir que todo irá bien y que, con la ayuda de un experto, podrá lentamente volver a ver brillar el sol todos los días.

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