Para volver a vivir felices se necesita encontrar el coraje de liberarse de las ramas secas

por Patricia Zorzenon

07 Octubre 2019

Para volver a vivir felices se necesita encontrar el coraje de liberarse de las ramas secas
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Demasiadas veces nos limitamos, demasiadas veces estamos satisfechos y esperamos. Esperamos a que las cosas cambien solas y nos arrastren a situaciones o relaciones incómodas y que quizás nos hacen sufrir.

En realidad bastaría cortar las ramas secas para liberarse, para sentir nuevas energías y sentirnos en grado de afrontar de modo diferente la vida, volviéndola rica de nuevos objetivos. Basta lamentarse pasivamente: a veces es el caso de actuar.

¿Cuántas veces sentimos sobre nosotros vínculos que nos mantienen cerca, a pesar de nosotros mismos, a situaciones y personas? ¿Cuántas veces nos gustaría cambiar todo pero no hacemos nada por miedo a "después"?

via Psychology Today

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Estamos totalmente empeñados en mantener aquello que teníamos ayer y en pensar en aquello que podría ser un mañana pero olvidamos completamente de cultivar aquello que de verdad cuenta: el hoy. Pero es fundamental, para nuestro bienestar, aprender a dejar ir, a cortar todas aquellas ramas secas que no nos permiten de disfrutar de las ramas verdes del árbol. Las ramas secas pueden ser situaciones que nos mantienen vinculados y quietos, que nos provocan dolor o preocupación, o también pueden ser personas.

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Son justamente aquellas personas que acogemos en nuestra vida pero que no hacen que desilucionarnos o herirnos, que nos tienen prisioneros en una vida que no reconocemos y no nos hace estar bien. ¿Porqué es así difícil liberarse de este sufrimiento? Porqué somos víctimas de nosotros mismos y de nuestros miedos: cambiar una situación es difícil, pero posible, alejar una persona negativa es difícil pero se puede hacer.

Lo desconocido nos da miedo y a veces obstaculiza nuestras ganas de renacer y de evación. Incluso propio aquel vacío que nos da tanto miedo afrontar es un aliado y no un enemigo. Disfrutémoslo, escuchémoslo, sentémosnos a observarlo y nos daremos cuenta que no es luego tan espantoso como parecía.

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