Un niño obediente no siempre es un niño feliz

por Patricia Zorzenon

07 Septiembre 2019

Un niño obediente no siempre es un niño feliz
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En la educación de las nuevas generaciones existen conceptos y estrategias muy diferentes entre ellos, que incluso pueden ser confundidas, más o menos deliberadamente, porque miran a obtener los mismos efectos, si bien con caminos y métodos diferentes.  Se puede ser escuchado por un niño tanto autoritario como influyente, excepto que en el primer caso nos enfocamos solo en el resultado, sin pensar en el precio que paga el niño en términos de bienestar y desarrollo saludable de la personalidad.

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No siempre el niño más tranquilo y obediente en la casa es también el más feliz, más bien a veces su excesiva condescendencia, sumisión y docilidad son síntomas de alguna cosa que a la larga ha sido reprimido y bloqueado. Criar a los hijos es una tarea muy difícil y compleja, donde a menudo y muy a gusto se equivoca, pero teóricamente no debería contemplar el fracaso. Muchos padres exageran por defecto, dando demasiada libertad y mostrándose extremadamente permisivos, sin mostrar cuales son los límites y los confines entre aquello que es justo o equivocado, entre aquello que es permitido o prohibido.

En el extremo opuesto están luego las madres y los padres demasiado severos, que buscan únicamente la obediencia, convencidos que este sea el camino justo para criar a los niños en grado de comportarse correctamente. Sin embargo hay una gran diferencia entre la obediencia ciega y la obediencia inteligente. La primera es desmotivada, consta solo en una manifestación de poder, en la obstentación de un rol y de reglas que no van ni discutidas ni incluídas. La segunda es fruto del dialogo y de comunicación, es un proceso que mira hacer entender al niño la razón del tener que asumir determinados comportamientos en particulares situaciones, para que él mismo se sienta protagonista activo en su camino hacia la edad adulta.

 

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La obediencia ciega es un atajo muy seductor, porque es más fácil y de efectos más rápidos. La obediencia inteligente impone mayor empeño emocional, empatía, incluso choque y es seguramente "cansador". Con la misma inversión, tanto en términos de tiempo como en términos de recursos emocionales, este último, sin embargo, paga ampliamente, ya que el individuo, que naturalmente es introvertido o extrovertido, puede expresarse por completo, y su personalidad puede emerger libremente sin ser sofocado.

Los niños, incluso aquellos más pequeños, tienen la capacidad de comprender el porqué de específicas indicaciones, mas bien, desean saberlo propio porque están hambrientos de informaciones. La obediencia inteligente contempla también las fases de rebeldïa, que son esenciales para construir el propio carácter. Este tipo de educación produce individuos más sanos y serenos, porque no están criados en el miedo sino interiorizando y metabolizando las reglas del vivir social.

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